–Dale.
–Yo sólo dejo que los demás piensen cosas sobre mí. No hago absolutamente nada del otro mundo… Y creen que soy misteriosa. O me quedo en silencio y paso por reflexiva.
–Todo eso requiere cierta complejidad.
– Puede ser, pero me ahorra mucha energía.
–¿Y qué hacés con la energía?
–Me la gasto en soñar. O en convencerme de que puedo obtener todo lo que quiero, o cosas por el estilo… En algo para mí.
–¿Y qué querés?
–Quiero vivir más de cien años. Que me entrevisten y me ría de los achacosos. Quiero tener muchos perros y gatos en una estancia con flores, árboles frutales, un marido y un hijo. Quiero escribir tres best-sellers de esos bien gordos y usarlos para nivelar muebles.
–En cien años te alcanza para varios maridos e hijos.
–Sólo necesito uno… Uno de cada especie, ¡ja!
–Los maridos tienen fecha de caducidad.
–¿Cuando engordan?
–Son gordos entre los 40 y los 50.
–Sólo lo quiero con fines reproductivos, así que con una semana basta.
–¿Algo más?
–Sí. Quiero fundar una escuela donde no te enseñen nada, te dejen los libros y los maestros tirados por los rincones. Si querés, leés; si querés, estudiás; si no querés ir, no vas.
Y quiero muchas cosas más.
La mitad se cumplirá…
Las cosas más locas siempre se cumplen.